jueves, 13 de diciembre de 2007

La llave que nunca tuvo cerradura.

Himnos tristes, canciones bobas; llovian desde aquel entonces en mi cielo. Un cielo imperfecto, un tono aceptable.
Un susurro frustrado, apurado, impreciso, necesitado. Susurros de amor ovoides, que nunca encajaron en mi redonda ilusion. Una ilusion inalcanzable, una perfeccion casi perfecta, pero lejana.
Cerraduras en mi alrededor, y yo, la llave, tratando de abrir al azar alguna; y solo es un fracaso tras otro, donde cada cerrojo desprende lagrimas y penas.
Puertas, ventanas, portones, todos sellados, pero abiertos.
Todo oscuro, raro.... Sospechoso.
Y en aquel incendio sin nombre, un brillo salvaje acudio en mi ayuda. Un brillo fugaz, como el de aquella estrella lejana que me mira siempre. Un brillo sustancial, perfecto, acustico, que me contaba el mundo de sus pares.
Y desde ese entonces, comprendi que no era yo quien era. Ni siquiera sabia que era ser alguien. Luego cai, que no era nadie. No era.

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