jueves, 27 de diciembre de 2007

Silencios.

Un silencio infinito, como el llanto del tonto y triste, escuche aquella noche.
Un silencio único, mágico, sin pausa, que modifico el paisaje, como oscureciéndolo, ocultándolo de las heces de luz que flotaban como humo de cigarro.
En eso, me vi. Allí, sentado bajo aquel árbol fantasma. ¡Me veía a mi mismo! Hasta pude percibir que aquel, ósea yo, estaba allí llorando. Lloraba como un borracho con la melancolía violenta. Lloraba y lloraba, y no dejaba de llorar. No levantaba la vista.
En eso, luego de suprimir mis miedos interiores, me acerque a mi mismo que lloraba. Camine, hasta quedar a solo 3 pasos de mi mismo. Dude en hablarme, pero luego de una meditación extra-interior, tome coraje: "¿Que sucede?", me pregunte a mi yo. Que dormía.
-"¿Acaso no lo entiendes?"- mientras seguía con los ojos cerrados, con la cara en dirección al suelo.
-Nunca pensé hallarte aquí, en este árbol tan particular...
-Nunca pensaste en hallarme, cruel sabandija. ¿Acaso crees que eres valiente, por venir a hablarme? Si siempre me evadiste...
-Tu no eres quien yo soy.- Me reproche a mi doble, que insistia con su cruel llanto entre palabras.
-¿Sabes realmente quien soy?
En ese instante, cuando supe la respuesta en mi cabeza, mi otro yo me miro. Fue lento el movimiento desde que abrio los ojos en el suelo. Luego, mientras dirigia la mirada, pestañeo suavemente y lentamente, hasta quedar con los ojos cerrados, de frente a mi.
Abrio los ojos velozmente, y vi que...¡yo no tenia ojos! ¡Habia un vacio horrible en esos hoyos negros!
En un giro casi expectacular, mi mente atravezo en un segundo el estallido de recuerdos que dicha parte registra, y me ofrecio cierto sufrimiento como para nunca mas olvidarme mas de dicho momento. Sufri, grite, patalie, y luego de hacer todo lo posible por sacarme dichas imagenes de mi cabeza, caí rendido al piso.
Un silencio se apropio de mí nuevamente, pero fue muy precoz.
Mis ojos despertaron, al igual que mi cuerpo. Los abrí muy levemente, ya que la luz que irradiaba el sol, me nublaba la vista. No sabia donde estaba, ni sabia que hacia ahí.
Espere que mis ojos se expandieran por la llanura contigua a mi cuerpo, y decidí mirar mi alrededor. Mire arriba, por detrás de mi cuerpo: estaba en el árbol fantasma.
Un flash de recuerdos, como el sufrido anteriormente, me atravesó nuevamente. Entendí, o mejor dicho, creí entender todo.
Mire adelante mió: había cenizas de mi silencio.

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